John B. Gurdon en 1962 realizó un experimento determinante. Supuso con razón que en el genoma de una célula adulta sigue existiendo la información para convertirse en cualquier célula. Reemplazó el núcleo del huevo de una rana con el núcleo de una célula del intestino, ya madura. El huevo se desarrolló normalmente y produjo una rana normal. El núcleo de la célula adulta no había perdido la capacidad de generar todo tipo de células y había sido reprogramado al insertarse en un huevo.
En 2006 Shinya Yamanaka, más de 40 años después realizó otro experimento trascendental. Trató de averiguar qué genes hacían que las células madre permanecieran inmaduras. Después de varios intentos encontró que solo 4 genes lo conseguían. Tomaron células del tejido conectivo, fibroblastos, e introdujeron en ellas los genes hallados. Al hacerlo habían reprogramado el fibroblasto maduro en una célula madre pluripotencial inducida. Ahora esta célula podía generar todo tipo de células como neuronas u otros fibroblastos. Una de las ventajas fundamentales de este trabajo es que no es necesario recurrir a embriones para lograr células madre, algo que plantea problemas éticos en determinados ámbitos.